Los agujeros de gusanos.
En física,
un agujero de gusano,
también conocido como puente
de Einstein-Rosen y
en algunas traducciones españolas «agujero de lombriz», es una hipotética
característica topológica de
un espacio-tiempo, descrita por las ecuaciones de
la relatividad
general, consistente esencialmente en un «atajo» a través del espacio y el tiempo.
Un agujero de gusano tiene por lo menos dos extremos, conectados a una única
«garganta», pudiendo la materia 'desplazarse' de un extremo a otro
pasando a través de ésta. Hasta la fecha no se ha encontrado ninguna evidencia
de que el espacio-tiempo conocido contenga estructuras de este tipo, por lo que
en la actualidad es sólo una posibilidad teórica.
Cuando una estrella supe gigante explota, arroja materia hacia el
exterior, por lo que acaba teniendo un tamaño inferior y acaba convertida en
una estrella de
neutrones. Pero también puede suceder que se comprima tanto que
absorba su energía hacia
dentro y desaparezca dejando un agujero negro en el lugar que ocupaba. Este agujero
tiene una gravedad tan grande que ni siquiera la radiación
electromagnética puede
escapar de su interior. El agujero está rodeado por una frontera esférica,
llamada horizonte de
sucesos. La luz traspasa esta frontera para entrar, pero no puede
salir, por lo que el agujero visto desde grandes distancias debería ser
completamente negro (aunque Stephen Hawkins postuló que ciertos efectos cuánticos
generarían la llamada radiación de
Hawking). Dentro del agujero los astrofísicos conjeturan que se
forma una especie de cono sin fondo. En el año de 1994, el Telescopio
espacial Hubble detectó
la presencia de uno muy denso en el centro de la Galaxia elíptica M87, pues la alta aceleración de gases en esa región indica que debe
haber un objeto 3.500 millones de veces más grande que el Sol. Finalmente, este
agujero terminará por absorber a la galaxia entera.
El primer científico en
advertir de la existencia de agujeros de gusano fue Ludwig Flamm en 1916.
En este sentido la hipótesis del agujero de gusano es una actualización de la decimonónica teoría de una cuarta dimensión espacial que suponía -por ejemplo-,
dado un cuerpo toroide en el que se podían encontrar las tres dimensiones espaciales
comúnmente perceptibles, una cuarta dimensión espacial que abreviara las
distancias, y así los tiempos de viaje. Esta noción inicial fue plasmada más
científicamente en 1921 por el matemático Herman en conexión con sus análisis de la masa en términos de la energía de
un campo
electromagnético a
partir de la teoría relativista de Albert Einstein publicada en 1916.
En la actualidad la teoría de
cuerdas admite la
existencia de más de tres dimensiones espaciales (ver hiperespacio), pero las otras dimensiones
espaciales estarían contractadas o compactadas a escalas subatómicas (según la teoría de
Kaluza-Klein), por lo que parece muy difícil (diríase
"imposible") aprovechar tales dimensiones espaciales «extras» para
viajes en el espacio y en el tiempo.
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