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Un saludo y ¡ánimo en el estudio!. Vuestra profe Maricarmen.

¿Por qué leer?



Impresionante vídeo de animación a la lectura realizado por Sebastián un alumno del IES Nosa Señora dos Ollos Grandes, de Lugo.

lunes, 26 de mayo de 2014

LOS FENICIOS Y LOS GRIEGOS EN LA PENÍNSULA IBÉRICA.

Desde muy pronto la Península Ibérica es objeto de atención por parte de pueblos lejanos procedentes del Oriente mediterráneo, quienes aprecian las posibilidades económicas, fundamentalmente minerales, que ofrece esta región. Los primeros en establecer contactos permanentes con los pueblos peninsulares son los fenicios, pueblo comerciante al que se atribuye la fundación de enclaves importantes como la ciudad de Cádiz y otros en la región de Málaga. La presencia de los fenicios se remonta al siglo VIII antes de Cristo, fundando factorías desde las que comerciaban con los pueblos indígenas con salazones, alfarería, metales, etc. Desde estos enclaves, aspectos importantes de la cultura fenicia y del Mediterráneo oriental fueron llevados a la Península Ibérica. Importante fue también la colonización griega, que llegó atraída por las riquezas minerales de la región y por los ecos de la cultura de Tartessos. El conocimiento y la fascinación griega por el Occidente mediterráneo aparece reflejado en su mitos, como el que sitúa las Columnas de Hércules en el estrecho de Gibraltar. Menos decisiva que la fenicia, la colonización griega se limitó a la fundación de un escaso número de factorías costeras desde las que comerciaban con las etnias locales. Fruto del contacto griego fueron las fundación de Ampurias, hacia el 575 antes de Cristo.

LOS TARTESOS



Los pueblos tartésicos habitaron en el suroeste de la Península y la Baja Andalucía, llegando a tierras de Badajoz, Toledo y Jaén. Mantuvieron relaciones comerciales con los fenicios asentados en las costas del sur. La cultura tartésica no podría explicarse sin tener en cuenta los contactos fenicios, gracias a los cuales estas poblaciones conocieron nuevas técnicas en alfarería, metalistería, orfebrería y arquitectura; recibieron y cultivaron nuevos productos, asimilaron nuevas ideas, creencias y ritos, y practicaron la escritura. Todos estos cambios, controlados por un grupo minoritario, reforzaron el poder del monarca, que detentaba además las relaciones con la divinidad.

LOS CELTAS Y LOS IBEROS




LOS PUEBLOS CÉLTICOS ocuparon una ancha franja del interior de la península Ibérica, entre el valle del Ebro y Portugal. A finales de la Edad del Bronce y tras entrar por los Pirineos, avanzaron hacia la Meseta buscando nuevas tierras. Los pueblos célticos incineraban a los difuntos, colocaban sus cenizas en urnas y las enterraban con las ofrendas funerarias y ajuar personal. Este ritual funerario demuestra que creían en el paso del espíritu del muerto al más allá. Conocían técnicas como el torno del alfarero; y nuevos materiales, como el hierro. Este, más resistente que el bronce, fue empleado para fabricar armas, útiles y aperos, como la reja de arado. También usaron la moneda para el cobro de salarios y el pago de impuestos.


Los pueblos célticos solían habitar en poblados fortificados, que controlaban las vías de paso y los campos de cultivo o pastoreo. La demarcación del territorio controlado se hacía mediante la colocación de verracos, como el de Segovia, en lugares visibles y estratégicos. Estas medidas de control se basaban en la existencia de una élite dedicada a estas actividades.
LOS ÍBEROS vivieron en un ancho territorio abierto a la costa mediterránea. Los pueblos ibéricos, abiertos al Mediterráneo, adoptaron productos extranjeros y asimilaron ideas, costumbres y técnicas del exterior, que permitieron trabajar materiales nuevos -como el hierro-, mejorar la producción -como el torno del alfarero-, o facilitar las transacciones comerciales -como la moneda-. Con hierro se fabricaron herramientas, útiles y armas.
La sociedad ibérica estuvo fuertemente jerarquizada. Detentaba el poder la aristocracia militar, que controlaba la ideología que la legitimaba, la producción de bienes y el comercio. Las actividades propias de esos aristócratas fueron la guerra y la caza.


Los pueblos ibéricos rindieron culto a diferentes dioses y pidieron su protección ofreciendo exvotos en lugares sagrados. De entre todas las divinidades destaca una diosa-madre a la que regresan los fieles al morir. En ocasiones, se la representa sentada en un trono, como la llamada Dama de Baza.

ALTAMIRA



Las pinturas de la Cueva de Altamira, uno de los monumentos más impresionantes del arte paleolítico, fueron descubiertas en 1879 por el estudioso cántabro Marcelino Sanz de Sautuola

La cueva tiene un recorrido complejo de 270 metros y un trazado irregular a través de varias salas, todas ellas con pinturas y grabados paleolíticos,. Las pinturas fueron hechas hace unos 15.000 años, y representan a bisontes, caballos, ciervas, toros, signos y máscaras zoomorfas.
Las pinturas están realizadas con pinturas ocres de origen natural, de color rojo sangre y contornos en negro. En ocasiones, el artista utilizó los salientes de las paredes para dar a las figuras sensación de relieve. En conjunto, se trata de 70 grabados realizados en la roca y cerca de 100 figuras pintadas, en las que merece la pena atender al gran realismo de las imágenes. 
Las pinturas de Altamira son el más importante logro de la Humanidad en el periodo paleolítico.