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Un saludo y ¡ánimo en el estudio!. Vuestra profe Maricarmen.
¿Por qué leer?
Impresionante vídeo de animación a la lectura realizado por Sebastián un alumno del IES Nosa Señora dos Ollos Grandes, de Lugo.
lunes, 26 de mayo de 2014
LOS CELTAS Y LOS IBEROS
LOS PUEBLOS CÉLTICOS ocuparon una ancha franja del interior de la península Ibérica, entre el valle del Ebro y Portugal. A finales de la Edad del Bronce y tras entrar por los Pirineos, avanzaron hacia la Meseta buscando nuevas tierras. Los pueblos célticos incineraban a los difuntos, colocaban sus cenizas en urnas y las enterraban con las ofrendas funerarias y ajuar personal. Este ritual funerario demuestra que creían en el paso del espíritu del muerto al más allá. Conocían técnicas como el torno del alfarero; y nuevos materiales, como el hierro. Este, más resistente que el bronce, fue empleado para fabricar armas, útiles y aperos, como la reja de arado. También usaron la moneda para el cobro de salarios y el pago de impuestos.
Los pueblos célticos solían habitar en poblados fortificados, que controlaban las vías de paso y los campos de cultivo o pastoreo. La demarcación del territorio controlado se hacía mediante la colocación de verracos, como el de Segovia, en lugares visibles y estratégicos. Estas medidas de control se basaban en la existencia de una élite dedicada a estas actividades.
LOS ÍBEROS vivieron en un ancho territorio abierto a la costa mediterránea. Los pueblos ibéricos, abiertos al Mediterráneo, adoptaron productos extranjeros y asimilaron ideas, costumbres y técnicas del exterior, que permitieron trabajar materiales nuevos -como el hierro-, mejorar la producción -como el torno del alfarero-, o facilitar las transacciones comerciales -como la moneda-. Con hierro se fabricaron herramientas, útiles y armas.
La sociedad ibérica estuvo fuertemente jerarquizada. Detentaba el poder la aristocracia militar, que controlaba la ideología que la legitimaba, la producción de bienes y el comercio. Las actividades propias de esos aristócratas fueron la guerra y la caza.
Los pueblos ibéricos rindieron culto a diferentes dioses y pidieron su protección ofreciendo exvotos en lugares sagrados. De entre todas las divinidades destaca una diosa-madre a la que regresan los fieles al morir. En ocasiones, se la representa sentada en un trono, como la llamada Dama de Baza.
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